En América Latina no pueden funcionar los contrapesos republicanos, sin contrapesos ciudadanos
Miguel Sobrado
La República, como sistema político, presupone que existe un equilibrio de pesos y contrapesos, entre los poderes Ejecutivo, Legislativo, y Judicial, que cimenta las democracias modernas. Esta división de esferas de poder donde uno hace las leyes, el otro las ejecuta y el tercero imparte justicia ha funcionado bien como balance de poderes en sociedades en las que la ciudanía es un status jurídico universal amparado a un régimen de libertades y derechos. Esto es, donde existe acceso a la propiedad o a las oportunidades que conducen al bienestar tales como la educación y la salud. Se trata de condiciones para la ciudadanía que les permiten ascender socialmente y participar en las decisiones, especialmente, locales y regionales.
Estas condiciones, conllevan no solo un crecimiento del capital humano y social sino también económico. que estimulan a su vez una mejor distribución del ingreso y amplia participación ciudadana. Esto se evidencia con plenitud en los países nórdicos de Europa y en algunas partes de los Estados Unidos. En otras palabras, los pesos y contrapesos operan no solo porque existen formalmente, sino se sustentan en una base social apoderada.
En América Latina, las repúblicas nacieron ¨con los dados cargados´´, basadas en la exclusión de las mayorías y la desigualdad social y esta situación no se ha superado en la mayor parte del continente. Especialmente para los afrodescendientes, de Brasil, el Caribe y el sur de los Estados Unidos( que comparten la historia esclavista con América Latina), que fueron quienes, con trabajo forzado, generaron durante siglos la riqueza y los grandes capitales de esos países. La situación de los indígenas americanos sometidos a la servidumbre en las encomiendas españolas no fue mucho mejor y con su aporte obligado se generaron también los grandes capitales de México, Centroamérica y sur América Andina.
La lucha por la independencia y la construcción de repúblicas fue una reivindicación de los hijos de los conquistadores, nacidos en América o criollos que fueron discriminados por Madrid en favor de los peninsulares. Su lucha solo involucró a las poblaciones indígenas y mezcladas como carne de cañón en las guerras, pero no les abrió acceso a las tierras ni a la educación. La élite criolla por su parte, mantuvo el sistema centralista heredado de España para su beneficio, cerrando las puertas a los desarrollos regionales.
A pesar de los siglos transcurridos y de los cambios, más cosméticos que profundos, la exclusión de las mayorías, especialmente afrodescendientes y de origen indígenas y los pobres en general junto al centralismo institucional sigue siendo una característica en nuestro continente. De ahí que, por carecerse de una base ciudadana apoderada no haya existido un soporte social al balance de poderes y nuestras repúblicas hayan renqueado, a lo largo de la historia, hacia el autoritarismo.
Esto es especialmente grave en la época en que vivimos debido a tres razones a) la importancia del conocimiento y la educación de calidad para el desarrollo de nuestros países en este siglo; b) el crecimiento del poder del narcotráfico que se alimenta entre otros de la exclusión, en un momento en que los sistemas clientelistas tradicionales se encuentran agotados y c) la necesidad de preservar y regenerar el medio ambiente, uno de los más ricos e importantes del planeta, para mitigar los desastres del cambio climático.
El problema nuestro como latinoamericanos tiene orígenes sistémicos y debe ser enfrentado con soluciones que rompan los círculos viciosos y redirijan parte de los ingresos a una inversión en educación y capacitación modernas que propicien, desde los movimientos sociales e instituciones renovadas, la inclusión y la participación autónoma organizada de los grupos y comunidades la solución de sus necesidades.
La medición del impacto de las políticas públicas debe hacerse través de los resultados sobre la incorporación de los excluidos a los procesos educativos y de capacitación organizacional que impulse su incorporación efectiva a la vida nacional y local.
Estos resultados son los que interesan, y constituyen en el mejor indicador que se están creando bases sólidas para la construcción de una república moderna y un soporte para el ejercicio de las libertades democráticas. Lula en Brasil, en sus gobiernos anteriores, creo 29 universidades federales para abrir oportunidades a los excluidos contribuyendo de esta manera también a mitigar la explosión social, en una realidad convulsa. Aunque esto no ha sido suficiente, ya que dejo por fuera la inclusión de quienes perdieron la oportunidad educativa básica, es un paso en la dirección correcta. En su nuevo gobierno sería conveniente que aprovechara la experiencia de capacitación masiva desarrollada por Clodomir Santos de Morais, a quien premió por su contribución a la lucha contra la pobreza, como uno de los ejes de la política de inclusión. Esta experiencia fue aprovechada por el Movimiento de los Sin Tierra para formar cooperativas y comunidades, y ha tenido aplicación exitosa durante las últimas décadas en tres continentes. En este sentido debe valorarse, más allá de la formación de empresas que es en lo que ponen énfasis los tecnócratas, su poder de organización ciudadana y su contribución, en el mediano plazo a la creación de una base social de gestión democrática.
Profundizar con la exclusión de las mayorías profundizando la desigualdad, le da respiro a personalismos que desacreditan el cambio sistémico y profundizan, la desesperanza.
NO podemos olvidar que el narcotráfico a través del terror y su poder económico, se perfila como una opción de poder real. Al mismo tiempo que crece la amenaza para nuestras naciones y la especie humana, derivada del cambio climático.